Reescribimos nuestra historia todos los días.
Hay momentos que escribimos con pluma, porque estamos convencidos, o queremos creer, que estos son momentos que necesitan ser constantes. Momentos que queremos quedarnos para siempre. Pero olvidamos que una gota de agua es suficiente para manchar la tinta. En otros momentos elegimos escribir con lápiz, en caso de que nos arrepientamos y querramos cambiar la historia. Pero olvidamos que un lápiz deja un grabado en la página que un borrador no puede borrar.
Y hay momentos en los que elegimos no escribir, sino contar. En caso de que querramos olvidarlos, o recordarlos de manera diferente de lo que paso. Pero olvidamos que la gente se acuerda, y la gente no olvida recordar.